Literatura posterior a la Guerra Civil
Tras la guerra, muchos escritores han muerto
(Valle-Inclán o García Lorca), están encarcelados (Miguel Hernández) o se han
visto obligados al exilio (Antonio Machado, Rafael Alberti...). Además, los que
permanecen en España se ven limitados por el aislamiento de España y por las
restricciones que impone la censura, de manera que acaba drásticamente la etapa
de esplendor de las primeras décadas.
Literatura de posguerra (años 40). La poesía se
debate entre la visión optimista del mundo de los autores con ideología
conservadora (poesía arraigada) y aquella que manifiesta angustia vital y
desesperanza ante ese entorno de miseria y destrucción (el iniciador de esta
poesía desarraigada fue Dámaso Alonso con Hijos de la ira).
La novela es realista y pesimista, poblada
por personajes inadaptados que buscan una salida a su vacío existencial. Las
obras más importantes son La familia de Pascual Duarte de
Camilo José Cela y Nada de Carmen Laforet.
En teatro, bajo el estricto control de la
censura, triunfa el teatro humorístico de Miguel Mihura (Tres sombreros de
copa) y Enrique Jardiel Poncela.
Literatura social (años 50). El objetivo es
criticar las injusticias sociales, de manera que la literatura se convierte en
una herramienta al servicio del cambio. Los principales poetas son Blas de
Otero (Pido la paz y la palabra), José Hierro (Quinta del 42) y
Gabriel Celaya. En novela, cabe destacar a Camilo José Cela (La colmena),
Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama), Miguel Delibes (El camino) y
Carmen Martín Gaite (Entre visillos). Los dramaturgos más importantes
son Antonio Buero Vallejo (Historia de una escalera) y Alfonso Sastre.
Literatura experimental y de
renovación formal (años 60). Hay un conjunto de factores que explican
la renovación formal en la literatura de esta época: en primer lugar, la
literatura social empieza a producir cierto cansancio, pues existe el
convencimiento de que se pueden crear obras críticas sin renunciar a la calidad
estética. Además, estos escritores ya no han participado en la Guerra Civil,
por lo que están menos involucrados en este hecho histórico, a pesar de que su
niñez haya estado condicionada por la miseria de la posguerra. Por último, el
ligero aperturismo de la dictadura franquista permite a los autores españoles
impregnarse de las innovaciones estéticas de los movimientos literarios de la
época.
Los poetas siguen centrándose en los
aspectos humanos y solidarios, pero con un decidido interés por indagar las
posibilidades del lenguaje. Destacan Ángel González, Jaime Gil de Biedma, José
Ángel Valente, Claudio Rodríguez y José Agustín Goytisolo. Las novelas más
importantes son Tiempo de silencio de Luis Martín Santos
y Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, mientras que en teatro
es relevante la figura de Fernando Arrabal y de los grupos de teatro
independientes, como Els Joglars.
Literatura desde 1975. A principios de
los años 70, destacan en poesía los novísimos, un grupo que se ha
definido como experimental, esteticista y lúdico. Su rasgo esencial es el
interés por los motivos culturales extranjeros. Sobresale Pere Gimferrer (Arde
el mar). A partir de mediados de los setenta, decae la estética de los
novísimos y se produce una nueva poesía más intimista que rescata la
continuidad con el pasado literario español. Las tendencias son muy variadas,
pero la más representativa es la poesía de la experiencia, de
autores como Luis García Montero.
En los últimos años del siglo XX, en la novela
española se ha producido un cierto cansancio del experimentalismo de los años
sesenta. Por ello, las obras han optado por la recuperación de la intriga y el
argumento, como puede observarse en La verdad sobre el caso Savolta,
de Eduardo Mendoza. No es posible hablar de grupos homogéneos de autores, pues
apenas existen características comunes entre las obras, pero en líneas
generales se percibe una vuelta a la subjetividad en los temas.
En teatro, los autores más relevantes son
José Luis Alonso de Santos (con obras como Bajarse al moro), Fermín
Cabal y José Sanchís Sinisterra (¡Ay, Carmela!).
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