Ficha 2. 2º FP Básica. 2ª.- Evaluación.
El
paso a la Edad Contemporánea
El
siglo XVIII concluyó
con la Revolución francesa, que supuso el inicio de una nueva etapa: la Edad Contemporánea,
pues a partir de esos momentos el absolutismo monárquico y la sociedad
estamental no son aceptados de buen grado por la población, especialmente por
la burguesía.
1.- El Imperio napoleónico
Napoleón Bonaparte (1769-1821) fue un soldado que formó parte del ejército
revolucionario que se enfrentó a las naciones europeas opuestas a las ideas de
la Revolución. Sus grandes éxitos militares le otorgaron fama y propiciaron su
acceso al poder.
En 1804, se proclamó emperador y cerró la etapa
revolucionaria. Dos son los aspectos más destacados en las decisiones de Napoleón:
§ Constitución del Imperio napoleónico: ante las sucesivas coaliciones de las potencias europeas,
instigadas por el Reino Unido, contra el nuevo emperador francés, Napoleón
acumuló victoria tras victoria y ocupó diferentes países en los que situó como
reyes a sus hermanos.
§
Difusión de ideas
liberales por el Imperio: abolición de los
derechos feudales, creación de un mercado único, que acabó con los
particularismos económicos y, sobre todo, reconocimiento de la
igualdad civil de todos los ciudadanos, que se concreta en la
implantación de una Administración centralizada y uniforme.
Napoleón en
Egipto
Napoleón invadió Egipto para cortar el camino del
Reino Unido hacia la India. En los templos egipcios aún se pueden apreciar las
huellas provocadas por sus soldados
La
debilidad mostrada por las tropas napoleónicas tras los desastres de la
invasión de España y la campaña de Rusia animó al resto de potencias europeas a
planear una nueva coalición. Su derrota en la batalla de Leipzig, en 1813, le
obligó a abdicar y a retirarse a la isla de Elba. De nuevo en París, retomó el
poder, pero su ejército fue, finalmente, derrotado en la batalla de Waterloo. Falleció en la isla de
Santa Elena.
2. Nuevas corrientes ideológicas
Tras
la derrota de Napoleón, se inició en Europa un periodo conocido como Restauración, en el que los gobernantes
de las diferentes naciones intentaron volver a la situación anterior a la
Revolución francesa y las antiguas monarquías derrotadas
por Napoleón fueron restauradas.
Pero
la Restauración impulsada por el Congreso de Viena apenas perduró.
Sucesivas
oleadas revolucionarias, liberales o nacionalistas, consolidaron en Europa el nuevo modelo de Estado.
El liberalismo es una forma de pensamiento
político desarrollada durante el siglo XIX. Su objetivo era defender la libertad del individuo como derecho
esencial en todos los aspectos de la vida: políticos, sociales, económicos y
culturales.
Para afianzar sus ideas en 1820, 1830 y 1849, en
muchas ciudades europeas estallaron revueltas liberales o nacionalistas.
Representaba los intereses de la
burguesía, que
supo utilizar al pueblo para conseguir sus propósitos e impidió a este su plena
participación política. Los liberales rechazaban el absolutismo monárquico y la
sociedad estamental, y defendían los siguientes principios:
§ Derechos individuales: el derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad.
§ La división de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial.
§ La soberanía nacional: el poder reside en el pueblo, y los más preparados deben participar
en las decisiones políticas.
§ La elaboración de una Constitución que recoja las leyes por las cuales se regirán todos los
ciudadanos, incluido el rey.
§ La sociedad de clases.
§ El derecho al voto censitario de los ciudadanos para elegir a los parlamentarios
que les representen.
§ La libertad económica, sin intervención del Estado y dirigida por la oferta y la
demanda de los productos.
§ La libertad intelectual.
Algunas de las consecuencias de estos
principios liberales fueron:
§ Las clases obreras iniciaron otro
movimiento: el socialismo.
§ La generalización del
sufragio universal en Europa en el siglo xx.
2.2. El nacionalismo
El auge de los nacionalismos puede explicarse
a causa de la actitud de los gobernantes que acordaron el reparto territorial
en el Congreso de Viena. No tuvieron en cuenta la opinión de los pueblos, solo
atendieron a la voluntad de los monarcas y emperadores.
La exaltación de la nación como conjunto de personas que comparten lengua, raza y
costumbres irrumpió con fuerza en este siglo XIX. Se defendía que la nación debe ser un
Estado soberano e independiente.
Los escritores de la época, interesados en
las tradiciones y la historia de los pueblos, contribuyeron a difundir los ideales
nacionalistas. Desde el punto de vista cultural, esta etapa se denomina
Romanticismo.
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